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La crisis en Ideoblogia

En Febrero de 2007 publiqué, en Ideoblogia, “El ladrillo pide ayuda”. Era un artículo dedicado al marketing inmobiliario, en el que analizaba el futuro amenazante del sector de la construcción.

En aquel momento, comenzaban a evidenciarse las primeras señales de que el estallido de la burbuja inmobiliaria podía estar próximo y, como consecuencia, el sector se enfrentaría a un nuevo escenario muy complejo, marcado por la casi paralización de la actividad y la reestructuración total de los agentes que lo componen.

La locomotora que había movido nuestra economía durante los últimos 10 años, aproximadamente, comenzaba a mostrar síntomas alarmantes de fatiga. Como consecuencia, otros sectores iniciaban un proceso de desaceleración que preludiaba la llegada de la temida crisis.

Si escribiera de nuevo el artículo, hoy llevaría por título “El ladrillo se muere” y narraría la historia de un sector desbocado que, tras esquivar la cordura, encontró sus propios límites y murió de éxito.

Dada la amplitud y profundidad del análisis, decidí seccionarlo en tres capítulos:

En Abril de 2008, escribí Método anticrisis para pymes, en el que aclaraba que, a pesar de que no existen recetas milagrosas que eviten los efectos de una crisis, es posible implantar métodos que ayuden a las pymes a minimizar su impacto.

El objetivo del artículo era plantear a los pequeños y medianos empresarios, en un tono positivo y realista, una serie de medidas para prevenir, combatir y superar cualquier situación de crisis.

Al final, tal y como se preveía, la crisis se ha instalado entre nosotros y sus efectos están siendo cada día más demoledores. Sólo hay que repasar los titulares de prensa, las cifras de desempleados, los indicadores macroeconómicos o, simplemente, hablar con los propietarios de cualquier negocio para comprobar su tremendo impacto.

No cabe duda que estamos ante una crisis global sin precedentes, que aglutina componentes financieros, bursátiles, inmobiliarios, energéticos, productivos y alimentarios. Además, el clima de incertidumbre agrava sus efectos.

Veo poca televisión. Prefiero leer y escribir. Pero, cuando estoy sentado ante el televisor, los momentos que considero más interesantes se producen en el transcurso de los cortes publicitarios.

Es, en ese momento, cuando mi cerebro despierta de la relajación a la que me suelen llevar el tipo de programación que normalmente visiono y comienza a analizar cada una de las piezas publicitarias que se emiten.

Mi actividad cerebral se estimula con preguntas como:

  • ¿Quién es el sujeto promotor del anuncio?
  • ¿A quién se dirige el mensaje?
  • ¿Qué objetivo tiene?
  • ¿Qué imagen quiere proyectar?
  • ¿Qué códigos utiliza?
  • ¿Cuáles son los inputs conscientes del anuncio y cuáles son los subconscientes?
  • ¿Qué efectos producirá en su target?
  • ¿Conseguirá sus objetivos?¿Por qué?
  • ¿Qué otros elementos conozco de esa campaña?
  • ¿En qué medios de comunicación y soportes publicitarios he visto más piezas?
  • ¿Por qué se está utilizando esa estrategia de comunicación?
  • ¿Cuáles son las fortalezas y las debilidades de la campaña?
  • ¿Cuál es la ventaja diferencial que se publicita?
  • Además de otros detalles técnicos, como qué efectos utiliza, que agencia o productora han desarrollado la idea, la adecuación de la música al conjunto, etc…

¡¡¡Es apasionante!!!

Mis dos hijos mayores, incluso, lo han convertido en un juego en el que utilizo preguntas más básicas: ¿quién anuncia?, ¿qué objetivo tiene?, ¿cuál es el mensaje? y ¿cómo lo transmite? Espero no estar haciéndoles ningún daño irreparable. Al menos, creo que consigo que racionalicen algo tan subconsciente como es la publicidad. Además, pensar les puede resultar muy útil en la vida.

Imagino que es una deformación profesional, igual que la que puede tener un carpintero cada vez que ve un mueble o visita una tienda de mobiliario, tratando de averiguar el tipo de material de cada pieza o la técnica utilizada para la fabricación o un mecánico escuchando el ruido del motor cada vez que se sube a un vehículo.

En los últimos días crece la sensación de pesimismo entre los consumidores y los empresarios.

A ello contribuyen varios factores, como la subida constante de los precios, la presión hipotecaria instalada en muchos hogares por el aumento de los tipos de interés, las revisiones a la baja de la previsión de crecimiento de la economía española, el incremento de la tasa de desempleo o la influencia negativa de los medios de comunicación que, en algunos casos, enfatizan con cierto tono de dramatismo las caídas en ventas que se están produciendo en algunos sectores.

Son algunos elementos que enmarcan la llegada de una crisis y que provocan, además, un efecto negativo sobre los agentes encargados de adoptar medidas coherentes y eficaces para superarla.

En consecuencia, la confianza del consumidor se resiente, frenando la rueda del consumo, con lo que se agudiza todavía más el impacto de la “posible” crisis.

El tejido empresarial español

El tejido empresarial español está compuesto fundamentalmente por PYMES (pequeñas y medianas empresas). Según el Directorio Central de Empresas elaborado por el INE, en España hay censadas más de 3 millones de empresas, de las que más del 99% son pequeñas y medianas empresas (entre 0 y 249 asalariados). La mayoría de las PYMES ejercen la actividad en el sector de los servicios y se dedican principalmente a las actividades inmobiliarias, a la hostelería y al comercio al detall.

Por tanto, una recesión o una contracción del mercado provocan graves consecuencias sobre el pequeño comercio, como descenso de ventas, reducción de márgenes, cierre de negocios, desempleo,…

El método anticrisis

No existen recetas milagrosas que eviten los efectos de una crisis, pero sí que es posible implantar un método que ayude a las PYMES a minimizar su impacto en cualquiera de las fases recesivas que atraviesan los ciclos económicos.

Me gusta el tenis.

Además de practicarlo, suelo ver a los chavales entrenar en las pistas. Siguen siempre las mismas pautas de aprendizaje: golpe de drive, golpe de revés, volea, smash, servicio y globo. Esos golpes resumen la técnica o el funcionamiento del juego. Si se dominan, se puede jugar perfectamente.

El resto consiste en conocer la pista y sus límites, saberse colocar, adaptar el cuerpo a cada tipo de golpe y respetar las reglas del juego. Si se juega a dobles hay que compenetrarse con el compañero, es decir, prever sus reacciones, confiar el uno en el otro y comprometerse con el objetivo común.

Y entrenando mucho estamos preparados para competir. Sólo queda estudiar a los rivales y decidir la mejor estrategia para ganar los partidos.

Esta reflexión es un método de análisis muy sencillo: simplificar para comprender. Si intentamos buscar los aspectos más esenciales de cualquier actividad lúdica, social, deportiva o profesional podemos llegar a una serie de conclusiones que nos permitirán aprender su mecanismo básico para posteriormente aprehenderlo, es decir, hacerlo nuestro.

En cualquier empresa o en cualquier profesión ocurre lo mismo. También en las Centrales de Compra y Servicios. Hay que conocer el funcionamiento básico del negocio, conocer el sector y los agentes que lo componen, las reglas que lo rigen y construir unas relaciones basadas en la confianza y el compromiso entre los componentes de la asociación. Ese es el espíritu básico del asociacionismo.