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El viernes por la tarde, unos minutos antes de que cerraran los comercios de mi barrio, fui a por una barra de pan para la cena. Entré en un establecimiento que ha inaugurado hace unas pocas semanas con un formato mixto de panadería, repostería, cafetería y productos básicos de alimentación.

En el mostrador quedaban algunos productos de bollería. Se intuía que, a primera hora, el surtido debía ser amplio y sugerente. De repente, me vino a la mente la idea de sorprender a mi familia, a la mañana siguiente, con un desayuno diferente, pues aunque a todos nos gusta iniciar el día con croissants, napolitanas o ensaimadas, solemos hacerlo con fruta, cereales o tostadas.

Teníamos previsto madrugar, por lo que pregunté a la persona que atendía a qué hora abrían habitualmente. La respuesta fue contundente: “¿a qué hora te interesa que abra?”.

La crisis económica se ha llevado por delante en España un total de 212.610 empresas desde que se inició en 2008 hasta el cierre del ejercicio 2011, según el Directorio Central de Empresas (DIRCE) del Instituto Nacional de Estadística (INE). El número de empresas censadas asciende hasta 3.246.986, de las cuales, el 99,88% son pymes (entre 0 y 249 trabajadores).

La mayor parte de las empresas que han cerrado sus puertas corresponde a pequeñas y medianas empresas, un formato que está mostrando una mayor fragilidad ante la embestida de la dura coyuntura económica que está atravesando nuestro país.

Además, es previsible que si siguen decreciendo las ventas del comercio minorista, que acumulan 22 meses consecutivos de caída, más de 75.000 pequeñas empresas se sumen a la lista de cierres durante 2012, según la Confederación Española de Comercio.

El escenario en el que se sitúan las pymes no puede ser más desalentador, dado que a la baja demanda hay que sumar la liberalización de horarios comerciales, la subida de impuestos, la escasa financiación y el casi abandono por parte de la Administración como consecuencia de los continuos recortes y la falta de medidas para dinamizar este formato empresarial.

Ante este panorama, muchos pequeños y medianos empresarios están optando por “cerrar la persiana y salir corriendo”. En cierta medida, me recuerda el pasaje en el que San Pedro, huyendo temeroso de Roma para esquivar la persecución que inició el emperador romano Nerón contra los cristianos, se encontró a Jesucristo, a quien le preguntó Quo vadis Domine? (¿A dónde vas Señor?). Después de explicarle los motivos de su huida, Jesús le convenció para volver y enfrentarse a los romanos. El final todos lo conocemos. Lo importante en que regresó y se enfrentó a su destino con entereza y valor.

En este caso, la pregunta iría dirigida a los sufridos y castigados empresarios, Quo vadis pyme?