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Tokio, Nueva York, Londres, París, Singapur, Dubai, Hong Kong, Kuala Lumpur… ¡No! El mejor Centro Comercial y de Ocio del mundo no está en ninguna de esas ciudades. Está en Zaragoza.

Puerto Venecia Zaragoza se impuso a las candidaturas de Singapur, Kiev y Moscú como Mejor Centro Comercial y de Ocio del mundo, en la categoría Best retail & Leisure development en la entrega de de los Premios MAPIC 2013, que se celebró en el Palais des Festivals de Cannes, entre los días 13 y 15 de noviembre.

Este prestigioso evento de referencia en el sector de la distribución, organizado por Reed MIDEM, es un punto de encuentro y un escaparate internacional en el que las empresas de inversión inmobiliaria y centros comerciales pueden presentar sus proyectos más innovadores y sus ideas acerca del retail.

El premio fue recogido por Aref Laham, socio fundador y director general de Orion Capital Managers, uno de los propietarios de Puerto Venecia junto a British Land Company, que son dos de las principales empresas inmobiliarias de Europa, además de expertos en desarrollo y gestión de centros comerciales.

Este año MAPIC alcanzó un record de participación, con la presentación de más de 100 candidaturas procedentes de 24 países distintos. Los premios se divididen en ocho categorías diferentes, y sus ganadores fueron los siguientes:

¿Hay algo más difícil que ponerte delante de los compañeros de clase de tu propio hijo? Sí. Hacerlo para hablar de las profesiones de padres y madres estando en el paro.

Hace falta mucho valor… o tener también una visión muy clara acerca de cómo afrontar esta durísima situación que afecta a millones de hogares.

La Federación de Asociaciones de Familias Numerosas de Euskadi Hirukide parece tenerlo muy claro. Las redes familiares compuestas por millones de padres, madres, hermanos, hijos y abuelos son fundamentales para superar los devastadores efectos de la crisis y ayudar a los seres queridos que han perdido su empleo; a los jóvenes que se ven obligados a emigrar a otros países para demostrar que son útiles y productivos; a aquellos que se ven obligados a regresar a su hogar familiar porque no pueden seguir volando en solitario; o incluso a aquellas personas dependientes que no tienen recursos y que han visto como desaparecían las ayudas institucionales que les conectaban a una vida medianamente digna.

Para compartir esa inquietud con la sociedad vasca Hirukide ha creado una campaña en la que Roberto, padre de Sergio, un niño de 9 años, acude como otros padres al colegio de su hijo para hablar de su profesión.

Pero su historia es diferente. Roberto está en paro. Su trabajo actual es buscar trabajo. Algo que los alumnos no parecen entender al principio. Pero Roberto encuentra una fórmula inteligente que rápidamente es captada por toda la clase. Compara su situación con un partido de fútbol en el que el equipo del colegio va perdiendo por 4 a 0, pero en el que todos quieren remontar. “Eso es lo que yo estoy haciendo, intentar remontar. El adversario es muy duro y hay que dejarse la piel. Hay que hacerlo lo mejor posible. Y para eso hay que esforzarse todavía más. La clave está en jugar unidos. Atacar todos y defender todos, porque para ganar hay que jugar en equipo. Y por eso, yo tengo el mío”.

Los chicos empiezan a comprender la importancia de hacer equipo, mientras Roberto prosigue con su explicación: “Somos muchos los que estamos jugando el partido más importante de nuestra vidas y necesitamos de un gran equipo para remontar. Yo tengo un gran equipo, mi familia, porque me animan cada mañana a levantarme, porque me sacan una sonrisa cuando estoy triste o me aguantan el mal humor cuando tengo un mal día. Todos arrimamos el hombro y nos ayudamos en todo lo posible. Porque sin los abuelos, los hermanos, los padres, las madres o incluso todos vosotros, muchos de nosotros perderíamos el partido. Lo importante no es el puesto en el que se juegue, sino el esfuerzo de cada jugador. Pese a las dificultades, si el equipo está unido, nunca abandona, porque siempre se puede remontar”.

Ese es el valor de la familia en este tipo de situaciones de extrema dificultad. Todo el mundo se quita de lo que tiene para compartirlo con sus seres queridos. Abuelos que exprimen sus exiguas pensiones, hijos que renuncian a su paga del domingo, hermanos que echan una mano en todo lo que pueden o padres que se pasan el día buscando empleos que puedan encajar a la perfección con la valía de sus hijos.

Juntos, en familia, se puede llegar allí donde no llegan instituciones ni gobernantes.

Hirukide en Facebook

Un hoy vale por dos mañanas. Así definía Benjamin Franklin la importancia de exprimir nuestro presente.

Tendemos a creer que dominamos el tiempo, pero en realidad, vivimos devorados por las circunstancias que nos rodean y por los horarios que nos imponen desde el momento en el que el despertador nos obliga a saltar de la cama hasta que finaliza, a horas intempestivas, el programa de televisión que nos distrae o el partido del equipo que nos hace sufrir.

Entre tanto, prisas para llegar a nuestro lugar de trabajo, tareas que se suceden a toda velocidad, escaso tiempo para llevarnos algo de comida a la boca, llamadas de teléfono que se prolongan más de lo deseado, correos electrónicos que hay que responder antes de que se pierdan para siempre en el buzón del olvido, atascos para volver a casa antes de que nuestros hijos se vayan a dormir y una cena rápida mientras nos enganchamos a la pantalla que acabará de matar nuestro día,… otro día más. Y otro día menos.

Dominar el tiempo es dominar nuestra vida. Debemos marcarnos sencillas rutinas que nos permitan hacer ejercicio físico a diario, desarrollarnos intelectualmente a través de la lectura o la realización de cursos o actividades que mejoren nuestras habilidades, disfrutar de nuestra familia o relacionarnos con nuestros seres queridos, amigos y la sociedad que nos rodea.

Es el primer paso para comenzar a ejercer un verdadero control sobre el tiempo que recibimos gratis cada día… 24 horas. Una parte es para descansar y reponer energías, otra para trabajar, en el caso de las personas en activo, y el resto es para vivir con intensidad.

Organízate para que otros no se aprovechen de tu tiempo.

El artículo “En el nombre del marketing”, en el que analicé la interesante estrategia de marketing que la Iglesia Católica ha desarrollado desde hace más de 2.000 años, concluía acerca de la necesidad de renovar un “modelo de negocio” que está quedando obsoleto y que evoluciona a un ritmo más lento que el resto de la sociedad. La Iglesia católica tiene la imperiosa necesidad de reinventarse para adaptarse a los nuevos tiempos.

La reciente elección de un jesuíta como sucesor de Benedicto XVI puede ser el primer paso para acometer ese urgente proceso renovador.

Desde el nombramiento del Papa Francisco, del que estos días se ha cumplido un mes, se suceden las muestras de admiración por el estilo rebelde con el que el cardenal Jorge Mario Bergoglio ha asumido sus nuevas funciones al frente de la Iglesia católica. Son gestos sencillos, pero de enorme calado social, que anticipan su firme voluntad de reformar la institución y restablecer el vínculo con la sociedad, que se había ido deteriorando con el paso del tiempo como consecuencia de la rigidez y el anquilosamiento de la jerarquía eclesiástica.

El día que se cumplía un mes de pontificado, los prestigiosos diarios El País y El Mundo se referían a este hecho con titulares contundentes: “El Papa Francisco inicia su revolución” y “Las revoluciones de Francisco”, respectivamente.

La elección del nombre, asociada a San Francisco de Asís, santo de los pobres; la sencilla sotana blanca con la que se dirigió al mundo; renunciar a las comodidades del apartamento pontificio; lavar los pies el día de Jueves Santo a doce jóvenes reclusos, dos de ellos musulmanes; una comunicación clara y directa con la gente; el respeto a miembros de otras religiones y ateos; así como el nombramiento de un consejo formado por ocho cardenales de los cinco continentes para que le ayude a gobernar y a reformar la Curia Romana, denotan los principales rasgos que conforman su estilo de liderazgo: determinación, innovación, naturalidad, sencillez, austeridad, proximidad, trabajo en equipo y humildad.
Algunos bautizan este tipo de actitudes con la expresión “romper el protocolo”. Yo prefiero denominarlo “predicar con el ejemplo”.