Cada institución se organiza en torno a unos objetivos y prioridades determinados. Además de prestar un conjunto de servicios a sus asociados, les protegen del intrusismo y de la competencia desleal y actúan como lobbies ante la Administración.
A pesar de que existen instituciones con una larga trayectoria que han conseguido cohesionar a sus asociados, este modelo de asociacionismo se está debilitando por diferentes motivos. Los más habituales son el individualismo y atomización de los intereses de sus asociados, el excesivo número de instituciones existentes, la falta de definición de objetivos, la ineficacia de sus mecanismos internos de gestión, no disponer de recursos suficientes, carecer de información actualizada de la evolución de su sector por no destinar los recursos necesarios a la investigación, tener sistemas de financiación que dependen de aportaciones externas (fundamentalmente de subvenciones de la Administración), la concentración de poder en determinadas personas que limitan la renovación interna, la politización de algunos dirigentes, el acomodamiento, la falta de profesionalización y el bajo nivel formativo de algunos gestores, priorizar intereses particulares sobre los intereses colectivos, la excesiva burocracia interna y la escasa transparencia de la gestión.