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Hay muchos empresarios, fundamentalmente en el entorno pyme, que están convencidos de que mantener la competitividad en un mercado de baja demanda consiste en reducir sus costes y mejorar las condiciones de compra para abaratar los precios de venta.

Ese es un tremendo error que está dando lugar a encarnizadas guerras de precios en muchos sectores. La principal consecuencia de estas confrontaciones es la continua destrucción de valor en la cadena de suministro, que está abocando al cierre a muchas empresas, tanto fabricantes como distribuidores.

El estado de nervios y la impaciencia les conduce a actuar de forma reactiva en el corto plazo. Es el efecto de la miopía empresarial y la nula capacidad de muchos empresarios y profesionales para aportar innovación a su negocio y desarrollar estrategias que aporten valor al consumidor. Esos son los motivos por los que el precio se convierte en la única esperanza a la que agarrarse para evitar su naufragio empresarial.

Es evidente que se aferran a la idea engañosa de que si bajas los precios y ajustas los márgenes, vendes más. Y eso no siempre es cierto. Y cuando lo es, obliga a alcanzar un incremento importante de la facturación que compense la reducción de ingresos por la venta unitaria del producto o servicio. De no ser así, la continua reducción de precios se convierte en una seria amenaza para la viabilidad del negocio.

En este sentido, el pasado viernes leí un artículo de José María Cubillo publicado en Tu economía, suplemento que acompaña mensualmente al diario La Razón. José María Cubillo es doctor en Economía y director del Departamento de Dirección de Marketing de ESIC Business & Marketing School. A continuación reproduzco el texto completo.

¿Eres de los que anuncias promociones alocadas e improvisadas con las que casi pierdes más dinero del que ganas? ¿O tienes claro que una promoción puede ser muy beneficiosa siempre que sepas cómo, cuándo, y con qué objetivo?

Con los precios no se juega. Es una guerra nadie gana y todos pierden. Bajar precios es una medida fácil, que envía señales inequívocas de agotamiento intelectual, bloqueo mental y callejón sin salida. Una mayoría significativa de empresas españolas reconoce estar, de algún modo, inmersa en una guerra de precios, y aseguran no ser capaces de cobrar por su producto/servicio aquello que, en su opinión, vale. Algo están haciendo mal.

Carrefour se preocupa por el planeta… y por su propia imagen.

Las empresas tienen muchas maneras de expresar su compromiso con la sociedad de la que forman parte y en la desarrollan su actividad empresarial, elevando, de paso, la percepción que clientes, proveedores e instituciones tienen de ellas.

Algunas de las fórmulas más habituales para difundir el contenido de sus programas de Responsabilidad Social Corporativa consisten en comunicar su capacidad para generar empleo, las medidas que lleva a cabo para favorecer la igualdad entre trabajadores y trabajadoras, enfatizar su actitud solidaria ante situaciones como la crisis o el desempleo, recordar su implicación en la formación de sus empleados, fomentar el apoyo a la salud y al bienestar de sus clientes o usuarios, contribuir con proyectos sociales tanto globales como locales o explicar que la prevención de accidentes contra la salud es fundamental en todas las actividades que desarrolla.

En su última campaña publicitaria, Carrefour ha elegido como objetivo principal informar acerca de las actividades que realiza para contribuir “en positivo” a la preservación y al mantenimiento de los recursos locales y medioambientales.

La campaña es una creación de Publicis, y consta de seis spots, en formatos de 30 y 40 segundos, que tienen como eje de comunicación el slogan “En positivo”.

En los créditos encontramos, entre otros, a la joven productora Agosto y a su realizador Nacho Gayán, al equipo creativo compuesto por Fabio Mazía, Marcelo Vergara, Santiago Lucer y Paula Giménez, al director de fotografía Olivier Cariou, el estudio de sonido y postproducción Infinia. La música es de La Crem y la locución corresponde a Sara Dahan y Xavier Fernández.

Carrefour, la 2ª empresa de distribución más importante del mundo expone en cada una de las seis historias una actitud positiva con la que pretende favorecer al medio ambiente, a sus proveedores, a sus clientes y a la sociedad en general.

En los últimos días crece la sensación de pesimismo entre los consumidores y los empresarios.

A ello contribuyen varios factores, como la subida constante de los precios, la presión hipotecaria instalada en muchos hogares por el aumento de los tipos de interés, las revisiones a la baja de la previsión de crecimiento de la economía española, el incremento de la tasa de desempleo o la influencia negativa de los medios de comunicación que, en algunos casos, enfatizan con cierto tono de dramatismo las caídas en ventas que se están produciendo en algunos sectores.

Son algunos elementos que enmarcan la llegada de una crisis y que provocan, además, un efecto negativo sobre los agentes encargados de adoptar medidas coherentes y eficaces para superarla.

En consecuencia, la confianza del consumidor se resiente, frenando la rueda del consumo, con lo que se agudiza todavía más el impacto de la “posible” crisis.

El tejido empresarial español

El tejido empresarial español está compuesto fundamentalmente por PYMES (pequeñas y medianas empresas). Según el Directorio Central de Empresas elaborado por el INE, en España hay censadas más de 3 millones de empresas, de las que más del 99% son pequeñas y medianas empresas (entre 0 y 249 asalariados). La mayoría de las PYMES ejercen la actividad en el sector de los servicios y se dedican principalmente a las actividades inmobiliarias, a la hostelería y al comercio al detall.

Por tanto, una recesión o una contracción del mercado provocan graves consecuencias sobre el pequeño comercio, como descenso de ventas, reducción de márgenes, cierre de negocios, desempleo,…

El método anticrisis

No existen recetas milagrosas que eviten los efectos de una crisis, pero sí que es posible implantar un método que ayude a las PYMES a minimizar su impacto en cualquiera de las fases recesivas que atraviesan los ciclos económicos.

Me gusta el tenis.

Además de practicarlo, suelo ver a los chavales entrenar en las pistas. Siguen siempre las mismas pautas de aprendizaje: golpe de drive, golpe de revés, volea, smash, servicio y globo. Esos golpes resumen la técnica o el funcionamiento del juego. Si se dominan, se puede jugar perfectamente.

El resto consiste en conocer la pista y sus límites, saberse colocar, adaptar el cuerpo a cada tipo de golpe y respetar las reglas del juego. Si se juega a dobles hay que compenetrarse con el compañero, es decir, prever sus reacciones, confiar el uno en el otro y comprometerse con el objetivo común.

Y entrenando mucho estamos preparados para competir. Sólo queda estudiar a los rivales y decidir la mejor estrategia para ganar los partidos.

Esta reflexión es un método de análisis muy sencillo: simplificar para comprender. Si intentamos buscar los aspectos más esenciales de cualquier actividad lúdica, social, deportiva o profesional podemos llegar a una serie de conclusiones que nos permitirán aprender su mecanismo básico para posteriormente aprehenderlo, es decir, hacerlo nuestro.

En cualquier empresa o en cualquier profesión ocurre lo mismo. También en las Centrales de Compra y Servicios. Hay que conocer el funcionamiento básico del negocio, conocer el sector y los agentes que lo componen, las reglas que lo rigen y construir unas relaciones basadas en la confianza y el compromiso entre los componentes de la asociación. Ese es el espíritu básico del asociacionismo.