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Echando mano de hemeroteca, rescato una interesante reflexión de Enrique Rojas, catedrático de Psiquiatría y autor, entre otros, del libro No te rindas.

El artículo fue publicado en el diario El Mundo el pasado 11 de noviembre, y en él se abordan aspectos relacionados con el liderazgo, como la autoridad, el poder, las características que debe reunir un auténtico líder y la necesidad que tiene nuestra sociedad actual de tener como referentes a auténticos guías ejemplares.

Vivimos en un mundo sin líderes. Bueno, casi sin líderes. La palabra procede del inglés leader, que significa guía, el que va delante dirigiendo a un grupo, el que conduce y abre camino. Se trata de una persona que ocupa un primer plano en la sociedad y que ejerce una función de cierta autoridad. En los últimos años, los líderes se han difuminado. En esta sociedad líquida, en donde todo se mueve, gira, salta, oscila y pierde consistencia, son los deportistas de élite, especialmente los futbolistas, los que ocupan ese papel. Cuando viajo por el mundo con mis libros, mucha gente se sabe de memoria los nombres de los principales jugadores de nuestro país. Eso fuera de nuestras fronteras. Y dentro, lo mismo pero a lo grande.

Es evidente que existen otros ámbitos en donde asoman personas destacadas: la política, la economía, el arte en sus más diversas facetas, la cultura… pero ya el nivel de resonancia ha bajado muchos enteros.

Esta semana asistí, invitado por la Asociación de Comerciantes de Electrodomésticos, Muebles de cocina y Autónomos, ACEMA, a una conferencia de Emilio Duró, un coach empresarial que se ha convertido en el gran gurú del optimismo y la felicidad.

Según sus propias palabras, todo su éxito se debe que alguien decidió publicar en YouTube la conferencia que impartió en el VI Congreso del Comercio Gallego celebrado en noviembre de 2008. Desde entonces, internet ha popularizado a este excelente profesional que ya gozaba de un reconocido prestigio en el mundo empresarial.

Basta con escucharle durante unos minutos para darse cuenta que no estamos ante un conferenciante cualquiera. Tiene tema, sabe escenificarlo y sus palabras resuenan con fuerza en la conciencia de los participantes. Es auténtica dinamita para la razón y un azote para las personas tristes y depresivas.

Este estudioso de la felicidad, como él mismo se define, es capaz de atenazar a su auditorio durante casi dos horas, con una conferencia que lleva por título “Coeficiente de optimismo en tiempos de cambio”, pero que también podría titularse “Engánchate a la vida” o “Pasión hasta el último suspiro”.