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Un hoy vale por dos mañanas. Así definía Benjamin Franklin la importancia de exprimir nuestro presente.

Tendemos a creer que dominamos el tiempo, pero en realidad, vivimos devorados por las circunstancias que nos rodean y por los horarios que nos imponen desde el momento en el que el despertador nos obliga a saltar de la cama hasta que finaliza, a horas intempestivas, el programa de televisión que nos distrae o el partido del equipo que nos hace sufrir.

Entre tanto, prisas para llegar a nuestro lugar de trabajo, tareas que se suceden a toda velocidad, escaso tiempo para llevarnos algo de comida a la boca, llamadas de teléfono que se prolongan más de lo deseado, correos electrónicos que hay que responder antes de que se pierdan para siempre en el buzón del olvido, atascos para volver a casa antes de que nuestros hijos se vayan a dormir y una cena rápida mientras nos enganchamos a la pantalla que acabará de matar nuestro día,… otro día más. Y otro día menos.

Dominar el tiempo es dominar nuestra vida. Debemos marcarnos sencillas rutinas que nos permitan hacer ejercicio físico a diario, desarrollarnos intelectualmente a través de la lectura o la realización de cursos o actividades que mejoren nuestras habilidades, disfrutar de nuestra familia o relacionarnos con nuestros seres queridos, amigos y la sociedad que nos rodea.

Es el primer paso para comenzar a ejercer un verdadero control sobre el tiempo que recibimos gratis cada día… 24 horas. Una parte es para descansar y reponer energías, otra para trabajar, en el caso de las personas en activo, y el resto es para vivir con intensidad.

Organízate para que otros no se aprovechen de tu tiempo.

Sería fantástico disponer del tiempo a nuestro antojo y podernos desplazar a otras épocas para revivir los pasajes más importantes de la historia en primera persona, o simplemente para descubrir qué nos deparará el futuro.

Pero, a falta de inventos de ficción, no nos queda más remedio que hacer uso de la experiencia y la imaginación para dibujar el escenario futuro de muchos sectores, especialmente el del sector de la electrónica de consumo y los electrodomésticos, una vez haya pasado la crisis y concluya el profundo proceso de transformación en el que se encuentra inmerso.

No es necesario que lancemos nuestra mirada muy lejos. Basta observar cómo está evolucionando el mercado para intuir qué ocurrirá en los próximos dos o tres años y cuáles serán las principales consecuencias.

El principal fenómeno que está actuando como motor del cambio es el importante decrecimiento de las ventas que está dejando al descubierto una desmesurada saturación de la oferta, tanto en número de marcas como de distribuidores. Los crecimientos del pasado fueron una oportunidad para nuevos entrantes, lo que originó un entorno competitivo con excesivos actores y con escasa diferenciación competitiva.