La tentación, en forma de manzana, llamó a mi puerta hace muchos años. Creo que fue a mediados de 1992. Esa primavera Apple había lanzado el Macintosh LC II, un ordenador que ofrecía muchas posibilidades a un novato marketiniano que estaba dando sus primeros pasos en el terreno profesional.
Fue mi primer mordisco a uno de los productos de Apple Inc., la compañía co-fundada y presidida por Steve Jobs, una de las figuras más importantes del mundo de las nuevas tecnologías.
Pero apenas dos años después, tras un cambio de empresa, tuve que renunciar a mi Macintosh para adaptarme a las características de los equipos dominantes en mi nuevo entorno profesional, los PC. La incompatibilidad entre sus respectivos sistemas operativos era un problema insalvable en aquellos momentos.
Como profesional del marketing siempre me he sentido un Apple fan. El reconocimiento de marca es tan elevado que basta con ver el símbolo de la manzana para asociarlo a los valores que acompañas a sus productos. Hay muy pocas marcas en el mundo que tengan esa virtud.