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Esta semana asistí, invitado por la Asociación de Comerciantes de Electrodomésticos, Muebles de cocina y Autónomos, ACEMA, a una conferencia de Emilio Duró, un coach empresarial que se ha convertido en el gran gurú del optimismo y la felicidad.

Según sus propias palabras, todo su éxito se debe que alguien decidió publicar en YouTube la conferencia que impartió en el VI Congreso del Comercio Gallego celebrado en noviembre de 2008. Desde entonces, internet ha popularizado a este excelente profesional que ya gozaba de un reconocido prestigio en el mundo empresarial.

Basta con escucharle durante unos minutos para darse cuenta que no estamos ante un conferenciante cualquiera. Tiene tema, sabe escenificarlo y sus palabras resuenan con fuerza en la conciencia de los participantes. Es auténtica dinamita para la razón y un azote para las personas tristes y depresivas.

Este estudioso de la felicidad, como él mismo se define, es capaz de atenazar a su auditorio durante casi dos horas, con una conferencia que lleva por título “Coeficiente de optimismo en tiempos de cambio”, pero que también podría titularse “Engánchate a la vida” o “Pasión hasta el último suspiro”.

Hace unos meses tuve el privilegio de asistir en Berlín, junto a un selecto grupo de empresarios de todo el mundo, a una conferencia de Kofi Annan, Secretario General de Naciones Unidas entre los años 1997 y 2006 y distinguido con Premio Nobel de la Paz en 2001.

Kofi Annan ha sido, y es, una de las voces más influyentes en asuntos relacionados con los Derechos Humanos, la cooperación internacional y la lucha contra el virus del SIDA, así como un gran conocedor de los retos a los que se enfrenta la comunidad internacional.

Recuerdo con especial emoción el momento en el que hizo su aparición en la sala. Bajo la luz atenuada del recinto, un potente foco guiaba los pasos de un hombre que emanaba experiencia y respeto, tan solo con su caminar lento y solemne.

Tras los aplausos de bienvenida, el silencio se hizo “atronador”. La expectación contenida de los asistentes se reflejaba en cada mirada y en cada gesto. Todo el mundo tenía sus ojos clavados en un hombre septuagenario, de origen africano, con una apariencia frágil y con una mirada profunda y serena.