Mientras me desplazaba cómodamente en el tren AVE hacia Madrid en la tarde del domingo 14 de octubre de 2012, un intrépido aventurero ascendía hacia la estratosfera para arriesgar su vida y completar el desafío más extremo al que se ha enfrentado nunca ningún ser humano: lanzarse al vacío desde más de 39.000 metros y superar la velocidad del sonido durante la caída (1.173 km./h.).
Felix Baumgartner ha hecho historia ante millones de personas que seguían atentamente su ascensión al espacio y, posteriormente, su arriesgada caída. En el tren, y tras la llegada a la estación, a mi paso hacia el hotel, me iba encontrando personas que seguían segundo a segundo la peripecia a través de sus teléfonos móviles y tablets. También ante los televisores de los bares que iba dejando atrás y en los monitores del hotel se agolpaban personas y trabajadores que miraban expectantes como se acercaba el momento del lanzamiento. Fue uno de esos momentos que, transcurrido mucho tiempo, siempre recuerdas dónde estabas y qué estabas haciendo.
Por momentos, imaginé qué supuso para la humanidad la retransmisión de la llegada del hombre a la Luna. Pero enseguida me percaté que el alcance de los dispositivos electrónicos actuales iban a propiciar una difusión a escala mundial inimaginable en 1969, año en el que Neil Amstrong dio “un pequeño paso para el hombre, pero un gran salto para la Humanidad”, y curiosamente, año en el que nació Felix Baumgartner.
Un gran salto para el hombre y un gran salto para la Humanidad
Entre las citas de Pierre Corneille, poeta y dramaturgo francés del siglo XVII, hay una que evoco con frecuencia: “sin riesgo en la lucha, no hay gloria en la victoria”. El salto perseguía la gloria en forma de records, cuatro concretamente. Baumgartner pretendía alcanzar la máxima altura de un vuelo en globo tripulado (establecido en 34.668 m.), realizar la caída libre desde mayor altura, (31.332 metros hasta ese momento), ser el primer ser humano en romper la barrera del sonido sin apoyo mecánico y en caída libre (el máximo alcanzado era de 988 km./h.), y permanecer en caída libre durante más de 4 minutos y 36 segundos.
Los tres últimos records estaban, desde 1960, en posesión de Joseph (Joe) Kittinger, un aviador y oficial de la Fuerza Aérea de Estados Unidos, convertido en asesor y coordinador de Operaciones de vuelo y seguridad del proyecto “Red Bull Stratos”, el cual ha permitido a Felix Baumgartner alcanzar el sueño de lanzarse desde “el punto más alto del planeta” y a la comunidad científica obtener datos que, sin duda, serán de gran valor para sus investigaciones espaciales.
Lo consiguió. Además de batir todos los records de audiencia en los medios de comunicación de todo el mundo, fijó la nueva marca para los vuelos en globos tripulados en torno a 40.000 metros, realizó la caída libre desde mayor altura (39.044 m.) y superó la barrera del sonido el mismo día que se cumplían 65 años desde que Charles Elwood Yeager la atravesó con su avión experimental Bell X-1, concretamente el 14 de octubre de 1947.
El único record que no batió fue el de mayor tiempo de descenso en caída libre. Permaneció 4 minutos 19 segundos frente a los 4 minutos 39 segundos de Kittinger.
Mi teoría es que no batió este último record como muestra de respeto y admiración hacia su mentor, Joe Kittinger, quien se atrevió a realizar la proeza con menos medios y mucho más riesgo. Este detalle honra al aventurero austriaco y engrandece su persona.
Probablemente otros intrépidos aventureros superarán las gestas de Baumgartner y de Kittinger. Pero en nuestras retinas siempre quedará el momento en el que un hombre paralizó al mundo para alcanzar su sueño.
Espero que nuestros jóvenes interpreten el mensaje que se esconde entre las líneas de esta historia con final feliz: hay que fijarse objetivos ambiciosos, hay que planificar su consecución, deben ponerse los medios necesarios para alcanzarlos, hay que preparar meticulosamente cada detalle, esforzarse al máximo para superar cualquier reto, creer en uno mismo, y en el momento de la verdad, ponerle todo el valor necesario para enfrentarse a las situaciones más extremas.
Nadie regala nada. Sin riesgo no hay gloria y sin esfuerzo no hay recompensa.