La globalización ha transformado los patrones de consumo.
El nuevo consumidor es global, multicultural y cada vez más sensible hacia la protección del medio ambiente. Sabe qué quiere comprar, desea ser tratado de forma individualizada, interactúa a través de internet y de las redes sociales, desde donde recibe sobreinformación y recomendaciones de compra de otros consumidores que alteran su lealtad a las marcas. Los más jóvenes han nacido y crecido rodeados de tecnología digital y se relacionan a través de internet. Son nativos digitales.
Pero, por otra parte, los efectos de la crisis han reducido su capacidad adquisitiva. El nuevo consumidor, gasta menos, reflexiona más la compra, busca ofertas, compara el precio pero exige calidad, prioriza lo necesario y funcional sobre el resto y sólo se deja llevar por el impulso en aquellos productos que considera fundamentales para maximizar su vida.
A través de la innovación las empresas obtienen permanentemente oportunidades para aproximarse al consumidor y captar su interés. Es precisamente la innovación la que hace que, a pesar de la crisis, haya sectores que continúen creciendo. Por eso, es imprescindible que las empresas innoven.
Innovar es eliminar lo obsoleto, explorar nuevas oportunidades y anticiparse al cambio, explotando ideas diferentes.
En los próximos años, la capacidad para innovar va a ser un factor diferencial para empresas y profesionales. En un entorno muy complejo, en términos económicos, las principales tendencias de la innovación se focalizarán en crear experiencias de consumo, ahorrar costes y promover la sostenibilidad medioambiental.